OKAPIA JOHNSTONI
El okapi (Okapia johnstoni) es una especie de mamífero
artiodáctilo de la familia Giraffidae. Es el pariente vivo más próximo a la
jirafa. Se le considera a veces un fósil viviente por su parecido con los
primeros jiráfidos que aparecieron en el Mioceno. Vive en las tupidas selvas
del norte de la República Democrática del Congo entre los ríos Uelle, Ituri y
en las selvas de Aruwimi.
Morfología
Recuerda por la forma de su cuerpo a una jirafa pequeña de
patas y cuello muy cortos, aunque el manto del pelo es totalmente distinto,
rojizo en todo el cuerpo salvo en patas y glúteos, donde es blanco con rayas
negras, semejante a una cebra. Como las jirafas, tiene dos cuernos pequeños
recubiertos de pelo en la cabeza sin utilidad aparente y una larga lengua
prensil de color negro que usa para introducirse las hojas de arbustos y
árboles bajos en la boca. La longitud de ésta es tal que puede limpiarse el
interior de las orejas con su punta. El okapi está muy emparentado con las
jirafas y con ellas comparte muchas adaptaciones morfológicas, aunque su cuerpo
recuerde en realidad más al de un caballo.
Mide de 1,97 a 2,15 m de longitud; su cola, de 30 a 42 cm;
mide entre 1,50 y 1,80 m de altura a la cruz y pesa de 200 a 300 kg.3
Historia natural
Los okapis son animales predominantemente solitarios que de
forma ocasional viven en pareja o en pequeños grupos familiares. Las hembras
paren una única cría en agosto u octubre tras una gestación de entre 435 y 445
días. Si es hembra, madurará a los dos años de edad, mientras que si es macho
todavía le faltará algún tiempo para llegar a la edad adulta. Al parecer, las
crías más jóvenes no son capaces de diferenciar a su madre de otras hembras y
pueden ser adoptadas por otras okapis con facilidad en caso de perder a su
progenitora (la cual la defiende a veces hasta la muerte, incluso si se
enfrenta con su único depredador, el leopardo). La esperanza de vida ronda los
30 años.
Su sentido más desarrollado es el olfato, seguido del oído.
Las crías tienen un amplio repertorio vocal con el que comunicarse con sus
madres, pero los adultos tienden a ser mudos. Una de las pocas veces que emiten
sonidos se da cuando los machos buscan pareja durante la época de apareamiento.
Los okapis son herbívoros. Se alimentan principalmente de
las hojas, brotes y tallos de más de 100 especies diferentes plantas, además
comen hierbas, frutas, helechos y hongos. Varias de las especies que consumen
son venenosas para el ser humano.
Descubrimiento
El okapi fue ignorado en Occidente hasta 1890. Henry Morton
Stanley, que exploraba las riberas del río Congo por mandato del rey de
Bélgica, dejó escrito en su diario lo extraño que le resultó ver cómo los
nativos de la parte norte del futuro Congo Belga no mostraban el menor asombro
ante los caballos que llevaba en su expedición. Interrogados por el explorador
europeo, los nativos de la tribu Wambutti dijeron que en las selvas de la zona
habitaba un animal similar a ellos pero de menor tamaño, el o'api. Los relatos
sobre este misterioso animal empujaron al inglés sir Harry Johnston a preparar
una expedición que fuera en la búsqueda de una posible especie ignorada por la
Ciencia, la cual remontó el río Congo en 1899. Jonhston pudo saber por los
Wambutti que el o'api era un animal similar a un asno de color pardo-rojizo con
rayas blancas y negras en las patas y cuartos traseros. Inicialmente pensó que
se trataba de una posible especie desconocida de cebra, pues no se conocía la
existencia de ninguna en esa parte de África (ni, de hecho, ninguna cebra que
viviese dentro del bosque tropical).
Posteriormente de vuelta al Congo belga en 1900, Johnston
acompañado de un grupo de pigmeos rescatados de la Exposición Universal de
París donde eran exhibidos como monstruos de feria; pudo conseguir dos pieles
de los cuartos traseros que llevó al fuerte belga de Mbeni y luego fueron
enviadas a la Zoological Society de Londres en 1900. Allí se comprobó que no se
correspondían con las de ninguna especie conocida de cebra y el animal fue
bautizado como Equus johnstoni, si bien su adscripción al género Equus fue considerada
dudosa desde el principio. Esto se confirmó cuando Johnston, que había vuelto
al poblado de los Wanbutti, encontró un rastro en la selva con la ayuda de
éstos y comprobó que las huellas tenían dos dedos, por lo que el o'api debía
ser un artiodáctilo y no un équido. Karl Eriksson, comandante del fuerte Mbeni,
le envió después dos cráneos y otras dos pieles que habían llegado poco antes a
sus manos. Con este material volvió Johnston a Londres, donde las raras
calaveras permitieron determinar que el ya conocido como okapi era una especie
de jirafa de bosque que fue bautizada como Okapia johnstoni. Tan extraña
especie fue pronto demandada por numerosos museos y zoológicos de Europa y
Estados Unidos, pero la mayor parte de las expediciones para capturar algún
ejemplar fueron un fracaso debido a lo remoto de su distribución, por lo que la
especie se salvó de la extinción. En el año 2006 y luego de casi 50 años en los
que no había sido detectado ninguno en estado salvaje, se produjo su
redescubrimiento en el Congo.
Lo impenetrable de su área de distribución impiden saber de cuántos individuos se compone realmente la población mundial de okapis. A pesar de ello, se la considera una especie vulnerable (aunque no en peligro grave) debido a su pequeña área de distribución.
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